El juicio de Sócrates: cuando la filosofía desafía al poder

Atenas, 399 a.C. En una ciudad marcada por el trauma político, la democracia en crisis necesita chivos expiatorios. En ese clima, el filósofo Sócrates es llevado a juicio bajo dos acusaciones formales:

  1. Impiedad: No reconocer a los dioses de la ciudad e introducir nuevas divinidades.

  2. Corromper a la juventud: Seducir a los jóvenes atenienses para alejarlos del orden tradicional.

Pero detrás de estos cargos jurídicos se escondía un juicio político, social y cultural más profundo: el rechazo a una vida filosófica que incomodaba a los poderosos.

1. El contexto político: Atenas después del trauma

Tras la derrota frente a Esparta (404 a.C.), Atenas vivió la instauración de una breve pero sangrienta oligarquía: los Treinta Tiranos, varios de los cuales —como Crítico— habían sido cercanos a Sócrates. Aunque él no participó en su gobierno, su figura quedó marcada por la sospecha.

Con el retorno de la democracia, se buscó restaurar la estabilidad castigando símbolos del desorden. Sócrates, viejo, pobre, irónico y disruptivo, era más útil como chivo expiatorio que como héroe de la libertad.

2. El juicio: Apología de la verdad

El juicio, del que tenemos dos fuentes principales (la Apología de Platón y la Apología de Jenofonte), fue un acontecimiento público.

  • El acusador principal fue Meletos, acompañado por Ánito (político influyente) y Licón (orador).

  • Sócrates debía defenderse ante un jurado de 501 ciudadanos.

  • Según la costumbre ateniense, tras la acusación y defensa, los jueces votaban culpable o inocente. Luego, si era culpable, se proponía una pena: la parte acusadora y el acusado sugerían alternativas y el jurado elegía.

 Sócrates, fiel a su método, no se defendió para salvar su vida, sino para reafirmar su vocación filosófica. En la Apología afirma que, por mandato del dios Apolo, dedica su vida a examinar a sus conciudadanos:

“El dios me ordenó, por medio de oráculos, sueños y toda forma de signo divino, que yo me dedicara a la filosofía.”
 — Platón, Apología, 33c

No intenta agradar al jurado. Incluso cuando se le ofrece la posibilidad de proponer una pena menor, no pide exilio, ni perdón, sino que sugiere —con ironía— que debería ser premiado con comida gratis en el Pritaneo (lugar reservado a los héroes olímpicos). Resultado: condenado a muerte por 280 votos contra 221.

3. El legado: morir antes que traicionarse

Podía escapar. Critón incluso le propone sobornar a los carceleros. Pero Sócrates responde con una ética de la coherencia:

“Una vida sin examen no vale la pena ser vivida por el hombre.”
 — Platón, Apología, 38a

Y en el Critón:

“No se debe devolver injusticia por injusticia.”
 — Platón, Critón, 49d

Aceptar la sentencia injusta es una forma de justicia superior: la fidelidad a la ley, la ciudad y la razón. No muere por fanatismo, sino por integridad. Su muerte convierte a la filosofía en un acto de resistencia, en una ética vivida hasta las últimas consecuencias.

¿Por qué importa hoy?

El juicio de Sócrates no es un capítulo muerto del pasado, sino una advertencia viva:

  • Las democracias también pueden ser injustas.

  • La verdad incomoda cuando se atreve a interpelar al poder.

  • La filosofía auténtica no es una carrera académica, sino una forma de vida peligrosa.

Socrates no fue mártir por accidente, sino porque su pensamiento fue, y sigue siendo, radicalmente subversivo.

📚 Referencias:

  • Platón, Apología de Sócrates, Critón, Fedón.

  • Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Apología.

  • Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?

  • Michel Foucault, El coraje de la verdad (1984).