Epicuro en la vida diaria: aprendiendo de la Carta a Meneceo
En estas líneas quisiera hablarte de un filósofo que maneja una filosofía sumamente práctica, aplicable a la vida diaria: Epicuro. Él fue un filósofo griego del período helenístico-romano —ahí entre los siglos IV y III a.C.—. Me gusta mucho que deja una sensación de paz tras leer algunas de las pocas obras de las que disponemos de él. Aquí voy a realizar algunas reflexiones en torno a una cartita que escribió Epicuro a Meneceo. Esta inicia con la siguiente frase: "Que nadie, por joven, tarde en filosofar, ni, por viejo, de filosofar se canse". ¡Qué chulada de frase! —como solemos decir en algunos lugares de México—. Pienso que encierra una gran verdad: el filosofar es un quehacer accesible para cualquiera. Sin embargo, no todos ponen en práctica este quehacer. Hay personas que consideran a la filosofía como una actividad propia de individuos sin oficio o sin beneficio, o para aquellos que gozan de una gran capacidad intelectual y reflexiva, o para personas muy maduras. Pero no, acá Epicuro desde hace siglos aconseja el cultivo de la filosofía para personas de todas las edades: tanto para el joven como para el viejo. E insisto, como ya lo he dicho en otra parte, en el blog de fyccel: hay que acercarse a leer a los filósofos. Encuentra alguno que te interese y aviéntate a leerlo. No tengas miedo, te aseguro que no te arrepentirás. Si gustas puedes empezar acercándote a leer esta carta de la que estoy hablando en este artículo.


La muerte y Epicuro


Bien, pero te seguiré contando algunas ideas que vienen en esta carta. Epicuro nos habla sobre la muerte: "Acostúmbrate a considerar que la muerte no es nada en relación a nosotros", nos dice. Este ser nada para nosotros de la muerte, de acuerdo con Epicuro, hace que la condición mortal sea gozosa, de modo que no se deposita un anhelo de inmortalidad. Él propone una especie de actitud indiferente ante la muerte, especificando que aquel que teme a la muerte vive angustiado gran parte de su vida, en virtud del sufrimiento que le ocasiona el estar pensando en que algún día va a morir. Al respecto, Epicuro dice: 

"Así, el más terrorífico de los males, la muerte, no es nada en relación a nosotros, porque, cuando somos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente no somos más". 

Esto resulta interesante, independientemente de tu creencia sobre la vida más allá de la muerte, hay algo cierto en este pensamiento. Para los que no creen en la inmortalidad del alma, la muerte es el fin y punto; mientras para los que sí creen en esta "la muerte es solo el principio" —sí, es una línea de la película "La Momia"—.

La muerte se impone crudamente en la realidad de las personas y nos lleva a la reflexión filosófica de nuestra situación ante ella



La muerte es uno de los problemas de la antropología filosófica más penetrantes e inquietantes. Es una realidad que no experimentamos más que por analogía, esto es, sabemos de la muerte porque hemos visto sus efectos en otros. Y al toparnos con la muerte ajena esta suele llevarnos a preguntarnos por la muerte propia, lo que en última instancia nos lleva a preguntarnos por el sentido de la existencia o sobre su validez. Si alguna vez has leído a Albert Camus, probablemente te acordarás de un enunciado que dice en uno de sus ensayos filosóficos El mito de Sísifo. Este dice algo como que no hay más que un solo problema filosófico: el suicidio. El determinar si la vida vale la pena de ser vivida o no, es más apremiante que el saber si el espíritu tiene 10 o 12 categorías —aquí se hace una clara alusión a las categorías aristotélicas y las kantianas—.

Epicuro sigue una línea similar a la que Sócrates y Platón manejaban, considerando a la filosofía como una preparatio mortis —una preparación para la muerte—, solo que añade que el sabio vive con una actitud de no temer al no vivir: "pues ni le pesa el vivir ni estima que sea algún mal el no vivir". Esto me parece una actitud sumamente difícil de lograr, pues involucra una especie de indiferencia a uno de los impulsos más primitivos que tenemos: el instinto de conservación, el cual fue plasmado filosóficamente por Baruch Spinoza, un filósofo holandés de origen judío, con su idea del conato. Él decía en su Ética demostrada según el orden geométrico que "cada cosa, cuanto está a su alcance, trata de perseverar en su ser". Y esto lo vemos diariamente. Me imagino que tú también desde tu realidad te has percatado de que la gran mayoría está buscando cómo "ganarse la vida", e incluso aquellos que andan pidiendo limosna o que se ve que nada más andan vagando sin sentido, buscan la manera de perseverar en su ser. 


El placer en Epicuro


Para Epicuro la mejor manera de perseverar en el ser está asociada al placer. ¡Pero ojo!, Epicuro no le da predilección al placer sensual, sino a aquel que contribuya a la salud del cuerpo y a la imperturbabilidad del alma. A Epicuro se le suele identificar como uno de los principales impulsores del hedonismo, que en la actualidad se ha traducido en una cultura que privilegia al placer sensible sobre cualquier cosa. No obstante, nada más lejos de la realidad. Epicuro en esta carta dice 

"cuando decimos que el placer es el fin, no hablamos de los placeres de los disolutos ni a los que residen en el goce regalado, como creen algunos que ignoran o no están de acuerdo o que interpretan mal la doctrina, sino de no padecer dolor en el cuerpo ni turbación en el alma". 

Por ejemplo, si tú te vas a una fiesta y comes y bebes mucho, una de las consecuencias puede ser una resaca, malestar estomacal, una mala noche de sueño, etc. 
La prudencia nos puede conducir al auténtico placer
De ahí que Epicuro recomiende la prudencia, de la cual nacen todas las demás virtudes, pues 

"ella nos enseña que no es posible vivir placenteramente sin [vivir] juiciosa, honesta y justamente, ni [vivir de manera] juiciosa, honesta y justa sin [vivir] placenteramente". 

Las virtudes se relacionan íntimamente con el vivir placentero y este es inseparable de ellas. Y esto lo puedes comprobar cuando alguna vez has actuado con prudencia en tu vida. Esta no es una virtud timorata. El ser prudente no es sinónimo de ser cobarde, agachón o que se deja atropellar. Por el contrario, la prudencia nos permite modular con nuestra razón nuestros apetitos, controlar nuestros deseos, y esto en última instancia nos lleva a una existencia tranquila y en paz. Así que si te sientes turbado e inquieto en alguna etapa de tu vida: tal vez estás abusando de "placeres" lo cual, según Epicuro, te aleja del auténtico placer, que contribuye a la salud del cuerpo y la paz en el alma.

Un saludo a mis tres lectores.

Alejandro Lucero