Dentro de la especulación de los padres de la Iglesia de oriente, Orígenes de Alejandría fue quizás el más importante. Fue cristiano desde niño e iniciado en la filosofía griega por su propio padre, por Clemente y por Ammonio Saccas.
A la edad de 18 años se le encomendó la dirección de la escuela catequética, que elevó a su máximo esplendor entre los años 203 y 231. En el año 232, fue excluido de la clase sacerdotal de los presbíteros por su heterodoxia y por su ordenación sacerdotal ilegítima, pues se había mutilado tras interpretar literalmente un pasaje de las Sagradas Escrituras. Ese mismo año fue depuesto de la dirección de la escuela. Entonces se fue a Cesarea de Palestina, donde fundó su propia escuela. Murió en Tiro, a consecuencia de las heridas de las torturas de las que fue víctima durante la persecuciones contra los cristianos.
Pintura de la automutilación de Orígenes de Alejandría
Orígenes, según se dice, fue un profesor brillante, un escritor fecundo y un hombre con una gran capacidad de trabajo. Fue sumamente admirado por sus contemporáneos como uno de los más grandes teólogos de la época. Su pensamiento fue condenado por el emperador Justiniano, en el año 543 y por el segundo Concilio de Constantinopla, en 553, debido a que los herejes citaban comúnmente a Orígenes para fundamentar algunas de sus herejías.
Ahora veremos un poco sobre su pensamiento. En este primer momento, hablaré sobre la relación entre la filosofía y la revelación. De acuerdo con Orígenes, la filosofía no ha llegado por sí misma a ninguna verdad nueva, sino que básicamente el contenido de verdad que posee lo tomó del Antiguo Testamento. A su vez, considera que la filosofía no ha contribuido en nada en el progreso moral del hombre. Por lo que para Orígenes la única filosofía verdadera era la revelación divina, en donde se sintetizan todas las verdades. Para sustentar esto, Orígenes admite un triple sentido en la Sagrada Escritura:
1. El literal, que se destina a los incultos, los cuales, como los niños, solo conocen limitadamente.
2. El figurado, que es para los adelantados.
3. El espiritual, que es para los sabios.
Para una visión espiritual, todos los milagros son naturalmente explicables; solo son "milagros" para los incultos. Orígenes fue uno de los más grandes exegetas, pero no siempre fue afortunado al elegir el sentido de interpretación de la biblia. Como lo decía al inicio, él interpretó literalmente el pasaje del evangelio donde se habla sobre los que se castran a sí mismos; mientras que interpretó de forma figurada las penas del infierno, con lo que entró en directo conflicto con las enseñanzas de la Iglesia.
Orígenes, además, demostró de forma tan convincente la espiritualidad de Dios, que después de él desapareció de la literatura teológica toda la interpretación material de Dios. Su alta idea de Dios lo llevó a acuñar una teología negativa. En efecto, todos nuestros conceptos humanos son incapaces de abarcar a Dios, por lo que solo podemos decir sobre Él lo que no es, no lo que es. En cuanto al mundo, Orígenes comulga con la idea de la creación del mundo desde la nada (ex nihilo). De esta manera, la materia es algo que procede de Dios, refutando en el acto a los gnósticos, quienes consideraban a la materia como algo que surge independientemente de la acción divina. A pesar de esto, enseña un mundo eterno, pues la bondad de Dios necesita de un objeto eterno. Sin embargo, no se piense que al hablar de la eternidad del mundo se refiere solo al nuestro, sino que Orígenes creía que a este mundo le habían precedido una infinidad de mundos y también le seguirán otra infinidad de mundos después de este. Esto me hace eco a las actuales teorías cosmológicas, donde se habla del Big Bang y del Big Crunch. No sé si alguna vez las has escuchado. Pero básicamente el Big Bang coincide con el inicio de este universo, pero a su vez sería el fin de otro (Big Crunch).
Big Bang y Big Crunch
Ahora hablaré sobre una teoría que le ocasionó conflicto a Orígenes con la ortodoxia cristiana, a saber, la apocatástasis. Donde al final todo será redimido y unificado en Dios. El primer mundo constaba de espíritus con igual grado de perfección ¿Qué pudo haber movido al Dios justo a repartir distintamente sus dones? También nuestras almas estaban entonces entre aquellos espíritus. Si hoy los espíritus descienden gradualmente desde el mejor ángel al peor demonio, esto se debe al libre albedrío, que Orígenes postula cuidadosamente a partir de la observación propia y ajena.
En efecto, por el uso adecuado del libre albedrío fue que los espíritus se convirtieron en ángeles y por el mal uso se convirtieron en demonios. Los espíritus que quedaron en un uso intermedio del libre albedrío se convirtieron en hombres. Para castigo de ellos fue creado el mundo material y, por tanto, ellos fueron desterrados de ese mundo espiritual a un cuerpo (aquí nos resuenan los relatos órficos y pitagóricos sobre la preexistencia del alma y la concepción del cuerpo como cárcel del alma).
El hombre está a tiempo de decidirse. Puede convertirse, según Orígenes, en ángel o en demonio. Orígenes está persuadido del triunfo definitivo del bien. Alude a la materia, de la que cada uno ha recibido la parte que necesita para su corrección. También nuestros padecimientos contribuyen a la purificación. Los ángeles buenos vienen en nuestra ayuda; los demonios, por la tentación, nos dan ocasión de prueba. El logos mismo vino incluso a la tierra para redimirnos.
Apocatástasis
Según el grado de mejoramiento es destruido cada mundo antiguo y se crea otro de materia más fina, hasta que todos los espíritus estén de nuevo maduros para la nueva espiritualidad. Como por fuego serán aún borradas las últimas impurezas. Y al final, todo el mal será expiado y toda suciedad purificada, a tal grado de que aún en los demonios irradiará la primitiva belleza del mundo original espiritual. Y así, todo volverá a ser Uno en Dios, quien reinará de nuevo en el imperio de los espíritus puros y será todo en todos. Esto es la apocatástasis. Nótese cómo incluso el mismo demonio estaría redimido, a pesar de su rebeldía inicial. Esta postura trajo la oposición de muchos sectores ortodoxos de la iglesia, quienes hasta nuestros días condenan la apocatástasis.
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