Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad
Sección 1. Los sofistas como maestros itinerantes
La situación intelectual antes de los sofistas
Los primeros filósofos griegos se habían ocupado principalmente del objeto y habían tratado de determinar el arché de todas las cosas. Su éxito no igualó su sinceridad filosófica, y las sucesivas hipótesis que propusieron acabaron por producir cierto escepticismo respecto a la posibilidad de lograr un conocimiento seguro de la naturaleza última del mundo. Súmese que el resultado de algunas doctrinas, como las de Heráclito y Parménides, no podía ser sino una actitud escéptica respecto a la validez de la percepción sensible.
Si el ser es estático y la percepción del mundo es una ilusión, o si, por otro lado, todo está en constante cambio y no hay un principio real de estabilidad, nuestra percepción parece no merecer crédito alguno y, con ello, se echan en tierra las bases mismas del saber cosmológico. Los sistemas filosóficos propuestos, pues, se excluían los unos a los otros. Ciertamente, en las teorías opuestas había su parte de verdad, pero aún no había surgido ningún filósofo con la talla suficiente como para conciliar las antítesis en una síntesis superior. Todo esto trajo consigo una profunda desconfianza para con las cosmologías. Y, para progresar de veras, se tuvo que volver los ojos al sujeto como tema de reflexión.
Platón fue quien ofreció una teoría conciliatoria, tomando en cuenta el hecho de la estabilidad y de la mutabilidad. Pero el cambio de giro, que hizo este progreso posible, esto es la primacía de la reflexión del objeto a la del sujeto, tuvo su lugar por primera vez con los sofistas.
Situación cultural y política
Además del escepticismo que surgió de la filosofía de los primeros filósofos griegos, hubo otro factor que contribuyó a dirigir la atención hacia el sujeto: la creciente reflexión sobre el fenómeno de la civilización y la cultura, reflexión facilitada por las relaciones de los griegos con otros pueblos. Para el griego, eran conocidas las civilizaciones de Persia, Babilonia y Egipto, además de entablar relación con pueblos como los escitas y los tracios.
Estas diversas maneras de vivir llevaron a algunos griegos a preguntarse cosas como:
“Las distintas maneras de vivir, nacionales y locales, los códigos religiosos y éticos, ¿son o no puras convenciones?
¿Debíase tal cultura a una ordenación sagrada, respalda por algún designio divino, o podía cambiarse, modificarse, adaptarse y desarrollarse?”
Así, pues, la sofísitca se diferenció de la filosofía de los presocráticos por el objeto del que se ocupaba, a saber, el hombre, su civilización y sus costumbres: trataba del microcosmos más bien que del macrocosmos. El hombre empezaba a adquirir conciencia de sí. Decía Sófocles, en su Antígona: “Muchos son los misterios que hay en el universo, pero no hay mayor misterio que el hombre”.
El método de la sofística
La sofística se diferenció también de la filosofía griega precedente en cuanto al método. Aunque el método de la vieja filosofía no excluyó en modo alguno la observación empírica, sin embargo, era característicamente deductiva. Una vez que el filósofo había establecido su principio general del mundo, no le quedaba de otra que explicar conforme a este principio a los fenómenos concretos.
En cambio, los sofistas procuraban reunir primero un gran acervo de observaciones sobre hechos particulares: eran enciclopedistas (polymathai); luego, de aquellos datos que habían acumulado, sacaban conclusiones, en parte teóricas y en parte prácticas. El método de los sofistas era empírico inductivo.
Las conclusiones prácticas de los sofistas no pretendían establecer normas objetivas, basadas en una verdad necesaria. Y esto señala otra diferencia entre los sofistas y la filosofía griega precedente, a saber, sus diversos fines. La vieja filosofía buscaba la verdad objetiva: los filósofos de la naturaleza querían descubrir la verdad sobre el mundo, eran buscadores desinteresados de la verdad. A los sofistas, por su parte, no era la verdad objetiva lo que les interesaba principalmente: sus fines eran prácticos y no especulativos. Los sofistas se convirtieron en maestros de la instrucción y de la educación en las ciudades griegas, y trataron de enseñar el arte de vivir y de gobernar.
Se ha observado que mientras que el tener un grupo de discípulos era una cosa más o menos accidental para los filósofos presocráticos –quienes estaban totalmente entregados a su afán de descubrir la verdad-, a los sofistas sí que les fue esencial rodearse de discípulos, puesto que trataron ante todo de enseñar. En Grecia, después de las guerras contra los persas, se intensificó la vida política, y esto se reflejó notablemente en la democrática Atenas. El ciudadano libre podía tener siempre alguna participación en la vida política, y si quería desenvolverse en ella de forma digna y provechosa, necesitaba poseer cierta cultura. La educación antigua era insuficiente para asumir los cargos públicos. Ante tal necesidad, recurrieron a los sofistas.
Los sofistas como maestros itinerantes
Lo que ahora se requería era seguir unos cursos de enseñanza, y los sofistas los daban en las ciudades. Eran profesores itinerantes, que iban de ciudad en ciudad, con lo que reunían un valioso caudal de noticias y experiencias; y su programa de enseñanzas era bastante variado: gramática, interpretación de los poetas, filosofía de los mitos y de la religión, y varias otras cosas más.
Pero sobre todo enseñaban el arte de la retórica, el arte de la persuasión, que era algo absolutamente imprescindible para la vida política. En la ciudad-estado griega, y sobre todo en Atenas, era imposible abrirse camino como hombre público si no se sabía hablar con elocuencia.
Los sofistas como maestros de la palabra
Los sofistas hacían profesión de enseñar el arte de la palabra, de instruir y entrenar en la virtud política por excelencia, en la virtud de la nueva aristocracia del talento y la habilidad.
Todo esto no tiene nada de malo, pero una consecuencia del mal uso de la retórica aplicada a la política es que algunos empezaron a enriquecerse por medio de litigios judiciales, de modo que fueron capaces de conseguir que la causa injusta pareciese justa —los sofistas se dedicaban a enseñar el mejor modo para ganar un litigio—. Tal vez por esto, en contraste con la actitud desinteresada de los filósofos presocráticos, recibieron tan mal trato en manos de Platón los señores sofistas.
Los sofistas como maestros de la palabra
El término sofista fue usado por los griegos en varios sentidos. Originariamente significó lo mismo que sabio. Más tarde se llamó sofistas a los que enseñaban a los otros sabiduría y eran, por tanto, fabricantes de sabios. Finalmente, se designó con la palabra sofista a un tendero que trafica, suciamente a menudo, con la sabiduría, a un alcahuete de ella, a un cazador que va tras los jóvenes ricos para sacarles el dinero, a un charlatán que no le importa un bledo la sabiduría, sino que con ella engaña, trampea y seduce. En este sentido de extrema desvaloración nos han transmitido la palabra Jenofonte y Platón.
Los sofistas realizaban su tarea como maestros de cultura por medio de la educación de los jóvenes y dando lecciones públicas en las ciudades; pero, como eran maestros itinerantes y hombres de gran experiencia que representaban una reacción un tanto escéptica y superficial, vino a ser común la idea de que, reuniendo a los jóvenes, se los arrebataban a las familias y desprestigiaban los valores tradicionales y creencias religiosas. Por tal razón, los amantes de la tradición miraban con malos ojos a los sofistas, mientras que los jóvenes eran partidarios de ellos.
Lo que más atrajo la atención sobre los sofistas fueron sus tendencias escépticas, sobre todo porque no proponían nada realmente nuevo ni sólido en lugar de las viejas convicciones que procuraban derribar con sus argumentos.
La sofística como una fase de transición
Con todo lo dicho, la sofística no se hizo acreedora en la historia de la filosofía a una condena radical. Los sofistas y sus reflexiones sirvieron como una transición a la fase de la reflexión del nivel de Platón y de Aristóteles. Los sofistas volcaron su atención hacia el hombre mismo, como sujeto con inteligencia y voluntad. Proporcionaron métodos de instrucción más sistemáticos en la educación y esto desempeñó un papel crucial en la vida política de Grecia.
Su misma tendencia al escepticismo y al relativismo, que eran, después de todo, consecuencia del fracaso de la antigua filosofía, y de una mayor experiencia de la vida humana, contribuyeron a que se plantearan nuevos problemas —que los sofistas fueron incapaces de dar solución—.
Por último, conviene tener presente que Platón tendía a recalcar lo malo de los sofistas, en gran parte para que se advirtiese la gran ventaja que les llevaba Sócrates, quien había desarrollado todo lo bueno que había en la sofística y lo había elevado a un nivel mucho más alto que el alcanzado por los sofistas.
Introducción a la Filosofía
Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito
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Módulo 2. Entre números y unidad: pitagóricos y eleatas en la filosofía
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- Sección 4. Zenón, el dialéctico y Meliso y la sistematización del eleatismo.
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Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas
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Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad
- Sección 1. Los sofistas como maestros itinerantes
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Módulo 5. Platón
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- Sección 2. Epistemología y las ideas en Platón
- Sección 3. Dios, mundo y la concepción platónica del hombre
- Sección 4. Ética, política y arte en Platón
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Módulo 6. Aristóteles
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- Sección 3. Metafísica aristotélica
- Sección 4. Psicología, ética y política
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Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano