Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano
Sección 4. Los neoplatónicos
Vida de Plotino
Plotino era natural de Egipto, donde vio la luz hacia 203 0 204 d.C. Según nos afirma Porfirio, oyó Plotino sucesivamente las lecciones de varios profesores de Alejandría, pero no encontró lo que andaba buscando hasta que, cuando tenía ya veintiocho años, se puso bajo la dirección de Amonio Sacas. Fue alumno de Amonio hasta el año 242. Plotino concibió la idea de fundar una ciudad, Platonópolis, en la Campania, que habría de ser la realización concreta de la República de Platón, y parece que obtuvo para ello el consentimiento del emperador; pero, por las razones que fuere, este denegó luego su permiso y el proyecto fracasó.
Cuando Plotino tenía sesenta años tuvo por discípulo al célebre Porfirio, que más adelante escribió la vida de su maestro, a quien admiraba mucho. Fue Porfirio el que trató de dar forma sistemática a los escritos de Plotino, dividiéndolos en seis libros, cada uno de los cuales constaba de nueve capítulos. De ahí el nombre de Enéadas con que se conocen las obras de Plotino. Aunque, según se dice, tenía el filósofo un estilo oral grato y elocuente, sus redacciones eran, en cambio, poco fluidas, y aumentaba la dificultad el hecho de que lo débil de su vista le impedía corregir los manuscritos.
En Roma se acudía con frecuencia a Plotino en demanda de ayuda y consejo, por lo que desempeñó el papel de una especie de director espiritual. Añádase que solía recoger en su casa a niños huérfanos y les hacía las veces de tutor, cosa que muestra su bondad y amabilidad. Se ganó muchas amistades y ninguna enemistad, y aunque personalmente llevaba una vida muy ascética, era de carácter dulce y afectuoso. Dícese que era algo tímido y nervioso. Vivía una profunda vida espiritual, y Porfirio refiere que, en los seis años en que fue discípulo suyo, su maestro experimentó cuatro veces la unión mística con Dios. No disfrutó de una salud muy fuerte, y sus enfermedades tuvieron fatal desenlace en el año 269/70; murió en una casa de campo en la Campania.
Plotino nunca llegó a ser cristiano, pero se mostró con todo decidido propugnador de ideales espirituales y morales, no solo en sus escritos sino también en su conducta, y fue el espiritual idealismo de su filosofía lo que hizo que esta influyese tanto en el gran doctor latino san Agustín de Hipona.
Doctrina de Plotino
Dios es absolutamente trascendente: Él es Uno, Superior a todo pensamiento y a todo ser, inefable e incomprensible.
Ni la esencia, ni el ser, ni la vida pueden predicarse del Uno, y no, claro está, porque sea inferior a ninguno de estas cosas, sino porque es más que todas ellas.
El Uno no puede ser idéntico a la suma de las cosas individuales, pues son estas las que requieren una Fuente, un Principio, y tal Principio ha de ser distinto de ellas y, lógicamente, anterior a ellas.
El Uno de Plotino no es, por tanto, el Uno de Parménides, principio monista, sino que es el Uno que trasciende al mundo y al ser.
Plotino pone a la Divinidad Suprema, al Uno, por encima del ser. Sin embargo, esto no quiere decir que el Uno sea la nada, que no exista; sino, más bien, que el Uno trasciende a todo ser del que tenemos experiencia. El concepto del ser lo obtenemos a partir de los objetos de nuestra experiencia, pero el Uno trasciende a todos estos objetos y, por consiguiente, trasciende también al concepto que en tales objetos se funda.
Como Dios es uno, sin multiplicidad ni división, no puede haber en el Uno ninguna dualidad de sustancia y accidente, por lo que Plotino no quiere atribuir a Dios atributos positivos. No deberíamos decir que el Uno es “así” o “no así”, pues, al decirlo, le delimitamos y le estamos convirtiendo en una cosa particular, mientras que, en realidad, está por encima de todas las cosas que pueden ser delimitadas mediante tales atribuciones.
Sin embargo, la bondad sí se le puede atribuir al Uno, con tal que no se le atribuya como cualidad inherente a Él. Dios es, por ende, el Bien más propiamente que “bueno”. En cambio, al Uno no podemos atribuirle legítimamente ni pensamiento, ni voluntad, ni actividad. Pensamiento no, porque el pensar implica distinción entre el pensante y el objeto pensado; voluntad tampoco, porque el querer implica también distinción; y tampoco actividad, porque entonces se daría una distinción entre el agente y el objeto sobre el cual operase.
Todo cuanto podemos decir se reduce a que el Uno es Uno, indivisible, inmutable, eterno, sin pasado ni futuro, constantemente idéntico a sí mismo.
El Uno y la multiplicidad: la emanación
¿Cómo explica Plotino, a partir de esta concepción de Dios como Principio último, la multiplicidad de los seres finitos? Dios no puede ser limitado por ellos; ni puede tampoco crear el mundo con un acto libre de su Voluntad divina, puesto que la creación es una actividad y si se la atribuyésemos a Dios daríamos al traste con su inmutabilidad. He aquí por qué hubo de recurrir Plotino a la metáfora de la EMANACIÓN.
En esta emanación, Plotino rechaza la idea de que Dios, en el proceso emanativo, disminuya de cualquier manera: Él, Dios, permanece intacto, sin disminución ni movimiento.
La primera emanación del Uno es el pensamiento o espíritu, Nous, que es intuición y tiene un doble objeto: a) El Uno, y b) Él mismo. En el Nous existen las Ideas, no solo de clases, sino también de individuos. Al Nous se le identifica con el Demiurgo del Timeo platónico. En el Nous aparece por primera vez la multiplicidad, puesto que el Uno está por encima de la multiplicidad. El Nous conoce todas las cosas juntas, simultáneamente, puesto que no tiene ni pasado ni futuro sino que lo ve todo en un eterno presente.
Del Nous, que es la Belleza, procede el alma, correspondiente al Alma del mundo de la que se habla en el Timeo. Esta alma del mundo es incorpórea e indivisible, pero constituye el vínculo entre el mundo suprasensible y el mundo de los sentidos, y así no solo está orientada hacia arriba, hacia el Nous, sino también hacia el mundo de la naturaleza.
El mundo fenoménico debe toda la realidad que posee a su participación en las Ideas que están en el Nous, estas Ideas no operan en el mundo sensible y no tienen ninguna relación directa con él, de tal modo que Plotino postulaba unos “reflejos” de las Ideas en el Alma del mundo que se hallan comprendidos en el Logos.
Las almas humanas
Las almas humanas individuales proceden del alma del mundo y, lo mismo que esta, se subdividen en dos elementos: hay en el alma un elemento superior, que pertenece al dominio del Nous (Nous aristotélico) y otro elemento inferior, que está en conexión directa con el cuerpo.
El alma preexistía a su unión con el cuerpo, unión que se representa como una caída, y sobrevive tras la muerte del cuerpo, aunque al parecer pierde la memoria del período de su existencia terrenal (se admite la transmigración de las almas). Plotino no niega la inmortalidad personal: el alma es real, y nada de cuanto es real perecerá.
El mundo material
Por debajo de la esfera del alma está la del mundo material. De acuerdo con su propia concepción del proceso emanativo como irradiación de luz, describe Plotino la luz cual si procediese del centro y, al alejarse de él, se fuese haciendo cada vez más opaca, hasta diluirse del todo en el seno de la oscuridad total, que es la materia, concebida esta como siendo en sí misma la privación de la luz.
La materia, pues, procede del Uno, en el sentido de que solo a través del proceso de emanación a partir del Uno llega a ser uno de los factores de la creación; pero, de suyo, en sí misma, en su límite o extremo más bajo, constituye lo más ínfimo del universo.
En la medida en que es iluminada por la forma y entra en la composición de los objetos materiales (como la forma aristotélica), no puede decirse que sea completa oscuridad. De esta manera combinaba Plotino los temas aristotélico y platónico, pues aun adoptando la concepción platónica de la materia como antítesis de lo inteligible, como la privación de luz, adoptaba también la concepción aristotélica de la materia como sustrato de la forma, como componente integral de los objetos materiales. La materia es iluminada por la información de la forma.
La materia como principio del mal
A esta fusión de temas cosmológicos platónicos y aristotélicos, añade Plotino la tesis órfica y neopitagórica de que la materia es el principio del mal. En su grado ínfimo, como falta de toda cualidad, como privada de iluminación, es el mal mismo, y así se contrapone al bien como su antítesis radical. De todos modos, cabe suponer que Plotino, si procediese lógicamente, llegaría a despreciar el universo visible, aunque en realidad de verdad no lo hizo. Cierto que en sus doctrinas psicológicas y éticas se advierte alguna propensión a menospreciar el mundo visible, pero esta tendencia es contrarrestada, en lo que concierne a la cosmología, por su insistencia en la unidad y armonía del cosmos.
Plotino dice expresamente que no debemos admitir que el universo sea una creación mala, a pesar de las calamidades que hay en él. Es la imagen del inteligible, aunque sea demasiado pedir que lo reproduzca con entera precisión. El mundo material es la expresión externa del inteligible.
Psicología
En su psicología Plotino asigna al alma individual tres partes. La más alta (correspondiente al entendimiento agente aristotélico) no está contaminada por la materia y tiene sus raíces en el mundo inteligible; pero en la medida en que el alma se une realmente con el cuerpo para formar el compuesto, se contamina con la materia, y de ello sigue la necesidad de una ascensión ética cuyo fin próximo sea el hacerse semejante a Dios y el fin último la unión con el Uno.
Esta ascensión, el elemento ético, se subordina al elemento teórico o intelectual, al igual que con Aristóteles.
La primera fase de la ascensión, que se emprende a impulso de Eros, consiste en una catarsis, en un proceso purificatorio por el que el hombre se libra de la tiranía del cuerpo y de los sentidos y se eleva a la práctica de las cuatro virtudes cardinales, siendo la phronesis (la prudencia) la más alta.
En segundo lugar, el alma debe elevarse por encima de las percepciones sensibles volviéndose hacia el Nous y ocupándose de la filosofía y de la ciencia.
Pero una etapa superior lleva al alma más allá del pensar discursivo, hasta la unión con el Nous. En esta unión el alma conserva conciencia de sí.
Pero todos estos estadios son preparación para la fase final, que es la de la unión mística con Dios o el Uno (el cual trasciende a la Belleza) en un éxtasis que se caracteriza por la ausencia de toda dualidad. En su pensar de Dios o acerca de Dios, el sujeto está separado del objeto de su pensamiento, mientras que en la unión extático no se da tal separación.
“Allí verá el hombre, como puede verse en el cielo, a Dios y a sí mismo a la vez: hecho él mismo radiante, lleno de la luz inteligible o, más bien, identificado con esta luz en toda su pureza, sin pesantez ni carga alguna, transfigurado en divinidad, convertido, sí, esencialmente en Dios. En aquellos momentos está como inflamado; y cuando vuelve de nuevo a su pesantez es como si el fuego se extinguiese”.
La unión extática es de breve duración en esta vida terrenal; aspiramos a su posesión completa y permanente en nuestro estado futuro, cuando nos veamos libres del estorbo del cuerpo.
Así pues, en el sistema de Plotino logran su expresión más acabada y sistemática las tendencias órfico-platónico-pitagóricas a considerar ante todo el “otro mundo”, la ascensión intelectual del alma, la salvación mediante el asemejarse a Dios y el conocimiento de lo divino. En la filosofía entran no solamente la lógica, la cosmología, la psicología, la metafísica y la ética, sino además una teoría de la religión y de la mística.
Como el conocimiento supremo es el que se alcanza de Dios por vía mística, y dado que Plotino considera evidentemente que la experiencia mística es el logro más sublime del verdadero filósofo, podemos decir que en el neoplatonismo plotiniano la filosofía tiende a convertirse en religión, o, por lo menos apunta hacia más allá de sí misma.
El neoplatonismo fue la réplica intelectualista al ansia del hombre de aquel entonces por la salvación personal, a las aspiraciones espirituales del individuo, que son un rasgo tan saliente entre los que caracterizan a aquella época.
El cristianismo y el neoplatonismo
El cristianismo, arraigado en la historia, combinando el atractivo popular con un creciente fondo especulativo, la insistencia en el más allá con el sentido de una misión por cumplir en esta tierra, la comunión mística con la probidad ética, el ascetismo con la valoración sagrada de lo natural, se ganaría mucho más y con mayor hondura los ánimos que lo que podrían hacerlo la filosofía trascendente de los neoplatónicos o las devociones de la religión de los misterios.
Sin embargo, desde el punto de vista del cristianismo mismo, el pensamiento neoplatónico desempeñó una función importante: la de contribuir a la afirmación intelectual de la Religión Revelada; gracias a él, los cristianos convencidos no podían menos de mirar con cierta simpatía y reverencia la figura de Plotino, a quien el mayor de los Padres latinos (san Agustín) debió no pocas cosas.
Introducción a la Filosofía
Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito
- Sección 1. Ramas de la filosofía
- Sección 2. Comienzo de la filosofía griega y el paso del mito al λὸγος
- Sección 3. Los jónicos: los primeros filósofos de la naturaleza
- Sección 4. El pensamiento de Heráclito, El Oscuro
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Módulo 2. Entre números y unidad: pitagóricos y eleatas en la filosofía
- Sección 1. Los pitagóricos: el número como principio
- Sección 2. Cosmología y antropología de los pitagóricos
- Sección 3. El descubrimiento del Ser: Jenófanes y Parménides
- Sección 4. Zenón, el dialéctico y Meliso y la sistematización del eleatismo.
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Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas
- Sección 1. Empédocles y Anaxágoras: los cuatro elementos y el nous
- Sección 2. Leucipo y Demócrito: los atomistas
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Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad
- Sección 1. Los sofistas como maestros itinerantes
- Sección 2. Relativismo y nihilismo: Protágoras, Gorgias y otros sofistas
- Sección 3. Sócrates: vida y la noción del concepto universal
- Sección 4. Razonamientos inductivos, la mayéutica y el intelectualismo ético
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Módulo 5. Platón
- Sección 1. Vida y obras de Platón
- Sección 2. Epistemología y las ideas en Platón
- Sección 3. Dios, mundo y la concepción platónica del hombre
- Sección 4. Ética, política y arte en Platón
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Módulo 6. Aristóteles
- Sección 1. Vida y obras de Aristóteles
- Sección 2. Lógica aristotélica
- Sección 3. Metafísica aristotélica
- Sección 4. Psicología, ética y política
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Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano