Módulo 5. Platón
Sección 3. Dios, mundo y la concepción platónica del hombre
El mundo y Dios
Según Platón, el mundo visible no es algo real, sino mera copia de la realidad, entre la frontera del ser y el no-ser. Para explicar la génesis del mundo, aparte del ser de las ideas, Platón admite un no-ser, el espacio vacío. Del espacio vacío se formaron las cosas, tomando, por ansia de la idea del bien, figura matemática.
Los cuerpos reales quedan así desvalorados en figuras geométricas. Mientras que esta “masa primigenia”, el espacio vacío, es pensada como materia eterna, el tiempo surgió con la aparición de las cosas visibles. Lo que en el mundo es bueno, procede de la idea; lo malo, de la materia. Como la materia no puede moverse por sí misma, hay que suponer que hay tras el mundo un “alma del mundo” que forma y mueve al mundo según un fin hasta en sus mínimos pormenores. También los planetas y las estrellas tienen un alma racional. Es la base de la posterior astrología.
Toda la filosofía de Platón ostenta una especie de consagración religiosa. Seguramente estaba convencido de que solo hay un Dios. Cuando nos da lo más íntimo de su pensamiento, no habla, como tampoco habló su maestro Sócrates, de “dioses”, sino de Dios. Dos caminos lo llevan a Él:
Como todo movimiento procede de un alma, tras los movimientos ordenados del mundo hay un alma buena que lo mueve todo.
En la cúspide de la pirámide de las ideas está el Bien, en que tiene su razón de ser todo lo existente, pero que está más allá de todo ser.
Platón trata de justificar al Dios bueno contra el mal del mundo remitiendo, por una parte, al universo, para que un mal parcial no es mal, y, por otra, a la vida después de la muerte, la cual es preparada por lo que se llaman males.
Platón tiene pensamientos profundos sobre la oración, cuyo fin no es cambiar al Dios inmutable, sino hacernos ver que debemos seguir los designios de su providencia.
La psicología de Platón
En nada fue Platón víctima de la psicología de las anteriores escuelas cosmológicas, en la que el alma era reducida al aire, al fuego o a los átomos: no fue ni materialista ni epifenomenista, sino espiritualista sin compromisos.
El alma es distinguida por él netamente del cuerpo; es la posesión más valiosa del hombre, y la principal ocupación de este debe consistir en procurar que su alma tienda hacia la Verdad.
La realidad del alma y su preeminencia sobre el cuerpo hallan vigorosa expresión en el dualismo psicológico de Platón, que corresponde a su dualismo metafísico.
En las Leyes define Platón el alma como un “principio automotor” o como “la fuente del movimiento”. Así, pues, el alma tiene primacía sobre el cuerpo en el sentido de que es superior al cuerpo y debe gobernarlo.
En el Timeo dice Platón que “la única cosa existente que posee la inteligencia propiamente dicha es el alma, y es una cosa invisible”.
Con todo, aunque Platón afirma una distinción esencial entre el alma y el cuerpo, no niega la influencia que sobre el alma puede ser ejercida por el cuerpo o a través de éste. En la República incluye entre los elementos de la educación la verdadera formación física, y rechaza ciertos tipos de música por su pernicioso influjo sobre el alma.
En el Timeo admite también que una mala formación física y los hábitos corporales viciosos pueden ejercer pésima influencia y llevar al alma hasta un estado de irremediable esclavitud, y en las Leyes recalca la influencia de los factores hereditarios.
En efecto, la constitución defectuosa, heredada de los padres, y el mal ambiente son las causas de la mayor parte de las enfermedades del alma. “Nadie es voluntariamente malo: el malvado llega a serlo por algún hábito vicioso del cuerpo o por una crianza estúpida, y éstos son infortunios que le sobrevienen al hombre sin que él los escoja” (Timeo).
Por consiguiente, aunque Platón habla en ocasiones como si el alma habitara tan solo en el cuerpo y se sirviese de sus miembros, no debemos figurarnos que niegue toda interacción del alma y del cuerpo. Puede que no haya explicado tal interacción, pero el hacerlo es, en todo caso, una tarea sumamente difícil.
La estructura tripartita del alma
En la República nos encontramos con la doctrina de la naturaleza tripartita del alma, doctrina que se ha dicho que Platón tomó de los pitagóricos. Esta doctrina vuelve a aparecer en el Timeo, de suerte que apenas cabe ninguna razón para suponer que Platón la abandonase nunca.
El alma consta de tres partes:
1. La parte racional.
2. La parte irascible.
3. La parte apetitiva o concupiscente.
La parte racional es lo que distingue al hombre del bruto (animal irracional), y es el elemento más elevado o la formalidad del alma, ser inmortal y emparentado con lo divino.
Las otras dos partes son perecederas. La parte irascible, dentro de estas, es la más noble (en el hombre, es la más afín al empuje moral), y es, o debería ser, aliada natural de la razón, aunque también los animales la tienen.
La parte concupiscible concierne a los deseos del cuerpo, pues la parte racional del alma tiene sus propios deseos, por ejemplo, la pasión por la verdad.
En el Timeo, Platón localiza la parte racional del alma situándola en la cabeza, la parte irascible en el pecho y la parte apetitiva debajo del diafragma. La localización de la segunda de estas partes en el corazón y en los pulmones era una antigua tradición que se remontaba hasta Homero.
La alegoría del carro alado
¿Por qué afirmaba Platón que el alma es de naturaleza tripartita? Principalmente por la evidencia de los conflictos que ocurren en el interior del alma. En el Fedro aparece la famosa alegoría del auriga, donde compara al elemento racional del alma con un auriga (conductor) y las otras partes con dos caballos.
Uno de estos caballos es de buen natural (es el elemento irascible, aliado de la razón y “ama el honor con temperancia y modestia”); el otro caballo es malo ( es el elemento apetitivo, “amigo de contrariar e insolentarse”), y, mientras que el buen caballo es guiado fácilmente porque acata las órdenes del cochero, el caballo malo es indócil y tiende a obedecer las voces de la pasión sensual, por lo que hay que refrenarle y castigarle con el látigo.
Así, pues, Platón toma por punto de partida el hecho empírico de que con frecuencia rivalizan dentro del hombre distintos móviles de la acción; pero nuestro filósofo nunca examina en realidad cómo pueden conciliarse este hecho con la unidad de la conciencia, y es significativo lo que dice de que “explicar cuál sea la idea del alma requeriría prolongado trabajo y hasta casi divino”.
La inmortalidad del alma
Por otro lado, es cosa bastante clara que Platón afirmó la inmortalidad del alma. De sus afirmaciones explícitas se deduciría que la inmortalidad le está reservada a una sola parte del alma, la parte racional.
Platón fue el primer filósofo que demostró la inmortalidad del alma fundándose en la razón. Aduce tres pruebas para ello:
Si antes de su encarnación pudo el alma existir sin el cuerpo en el mundo de las ideas, no se ve por qué, después de la muerte del cuerpo, no pueda también existir sin él.
Como principio vital, el alma es tan incompatible con la muerte como el fuego con la nieve.
El alma es simple y, por ende, inatacable a toda disolución o descomposición.
Con estas pruebas desencadenó Platón una discusión que no se ha aquietado jamás.
Platón considera que el alma sigue existiendo tras la muerte y llevará una vida en el más allá conforme a su conducta en este mundo.
Es incierto hasta qué punto pretendió Platón que se tomase en serio la doctrina de las sucesivas reencarnaciones que propone en los mitos; de todos modos, parece ser que al alma filosófica le queda la esperanza de escapar del ciclo de las reencarnaciones, así como parece también que puede haber pecadores incorregibles que son precipitados para siempre al Tártaro.
La doctrina psicológica de Platón no es, pues, un cuerpo sistemáticamente elaborado a base de afirmaciones coherentes dogmáticas. Su interés era, sin duda, principalmente ético. Pero esto no equivale a decir que Platón no hiciese también muchas agudas observaciones psicológicas que se hallan diseminadas en todos sus diálogos.
Por ejemplo, el proceso del olvida y del recuerdo, en el Teeteto; o la distinción entre memoria y el recuerdo que establece en el Filebo.
Introducción a la Filosofía
Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito
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- Sección 4. El pensamiento de Heráclito, El Oscuro
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Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas
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Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad
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Módulo 5. Platón
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- Sección 3. Dios, mundo y la concepción platónica del hombre
- Sección 4. Ética, política y arte en Platón
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Módulo 6. Aristóteles
- Sección 1. Vida y obras de Aristóteles
- Sección 2. Lógica aristotélica
- Sección 3. Metafísica aristotélica
- Sección 4. Psicología, ética y política
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Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano