Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano
Sección 3. Los epicúreos y los escépticos
Epicuro (341-271 a.C.)
Epicuro fue hijo de un colono ateniense de Samos y por ello poseía el derecho de ciudadanía ateniense. Se formó con Nausífanes en Teos, donde fue iniciado en la teoría atómica de Demócrito. Ya entonces se le gravó la regla de vida: “No te sustes por nada”. Ya en 310 a.C. enseñó en Metilene, de Lesbos, más tarde en Lámpsaco, del Helesponto, y en 306 se instaló en Atenas, donde fundó, en un jardín, su propia escuela. Los “filósofos del jardín” formaban un círculo social de amistad en que se veneraba a Epicuro como a un ídolo. Al círculo pertenecían también algunas mujeres y hasta esclavos.
Epicuro tenía antipatía a todo aprender y solía ridiculizar a todos los filósofos, incluso a sus maestros. Pero era un amigo paternal, consejero y consolador de los suyos, como nos lo confirman sus numerosas cartas. La secta de los epicúreos vivía, apartada del resto del mundo, una vida de comodidad y alegría. Epicuro escribió mucho, pero no dio importancia a la forma. El efecto más fuerte lo lograban sus cartas. A los 72 años cayó en una dolorosa enfermedad, a la que puso él mismo término por el suicidio. Se han conservado su conmovedora carta de despedida y su testamento.
Doctrina
Epicuro puso por fundamento de su doctrina la filosofía de Demócrito, que es la que mejor corresponde a su visión del mundo. Pero, por lo demás, no tenía interés alguno por la ciencia, sino que pone la obra de su vida bajo el lema: “Lo que tenemos ante los ojos no es una armazón de sistemas y proposiciones, sino una vida libre de cuidados”.
La Canónica
Epicuro llama a la lógica “canónica” porque es la norma o regla de nuestro pensamiento (canon = regla). Lo único de que podemos fiarnos en el conocimiento es la sensación. Es la última y única garantía de la verdad. Es siempre verdadera y no puede ser refutada por nada, ni por otra igual, que solo la confirma, ni por otra distinta, que sería efectivamente otra sensación. Los errores son opiniones precipitadas que afluyen a nosotros y que debemos rectificar por nuevas sensaciones. Las sensaciones eran de suyo verdaderas. De ellas quedan en la memoria imágenes de las que, con ayuda de las palabras, nos formamos conceptos. Todo lo restante de la lógica, con su teoría de la idea, juicio, raciocinio y demás, es superfluo, pues nada de esto puede sustituir la certeza de la sensación.
La Física
Epicuro repite, con Demócrito, que todo consta de átomos que están en movimiento desde el principio y, por razón de su gravedad, cae como las gotas de agua al llover. Por una casual “desviación lateral”, se juntaron muchos átomos, se produjo un torbellino, se formó todo lo formable y solo quedó lo que podía perdurar, es decir, nuestro mundo. Como la casualidad impera dondequiera, queda de nuevo espacio para el libre albedrío. Epicuro ataca muy vivamente la fuerza o violencia del fatalismo, el imperio universal de la ley de la causalidad y la providencia divina. No quiere que se atente a la libertad del hombre. Por lo demás se encoge de hombros ante cualquier cuestión; su único interés es quitar a los hombres, por medio de la física, el miedo a los dioses y a la retribución eterna.
A) Los dioses: Los dioses existen ciertamente, como lo prueba ya el mero hecho de que los reconocemos nosotros y los reconoce todo el mundo. El sabio admirará a los dioses, también les ofrecerá sacrificios, pero no los temerá. Los dioses viven en los espacios entre los mundos una vida feliz, no se preocupan del mundo ni de los hombres, están exentos de todo cuidado y obligación. Epicuro combate vivamente las religiones populares, que nacieron del miedo y por el miedo se han mantenido.
B) Retribución eterna: El segundo fantasma que no deja a los hombres gozar de la vida, es el miedo a los castigos eternos. Ese miedo es injustificado. El alma es corporal, está compuesta de átomos lisos y redondos, nace en la generación y se deshace en la muerte como el humo en el aire. Los mitos sobre el hades están tan inventados como los de las almas de las estrellas, que se supone influyen en nuestro destino. Tampoco espanta la muerte: “Cuando nosotros somos, no es ella; cuando es ella, ya no somos nosotros”. El mensaje liberador de Epicuro consiste en que el hombre ilustrado se libra de estas fábulas y puede finalmente gozar de su vida.
Ética
Epicuro ve el fin de la vida en el placer: “El placer es principio y fin de la vida feliz”. La vida de los animales y niños de pecho, que se rige por la naturaleza, nos muestra claramente que una vida natural solo busca el placer.
A) El placer: Raíz de todo placer es el placer sensible, sin el cual no se daría tampoco placer espiritual o psíquico. Sin embargo, el sabio preferirá el placer duradero al breve placer de los sentidos. Su ideal es la ausencia de dolor corporal y la tranquilidad del ánimo. Por eso, respecto de sus apetitos, observará las siguientes reglas:
Los apetitos naturales y necesarios deben satisfacerse. Esto no cuesta mucho, pues “todo lo natural es fácil; solo lo innecesario es costoso”.
Los apetitos naturales, pero no necesarios, deben limitarse. Epicuro vive de un mínimo, como un asceta, y demuestra lo poco que hace falta para ser feliz.
Los apetitos no naturales y no necesarios deben evitarse.
B) El DOLOR: El mal supremo es el dolor, siendo de notar que el del alma es peor que el del cuerpo. Si se sufre un dolor corporal, hay que tratar de superarlo por la alegría del alma. Un consuelo es que los dolores violentos no son largos y los dolores largos no son violentos. Si el dolor es largo y violento, queda el remedio del suicidio. Se puede salir de la vida, como del teatro, tan pronto como no nos guste.
C) EL SABIO: Domina el “arte de medir”, sopesando el placer y dolor. Posee la virtud de la prudencia, que es la raíz de todas las virtudes. También la fortaleza en soportar los dolores necesarios. La templanza en todo placer, en que el exceso origina dolor. Ninguna virtud es fin en sí misma, sino solo medio para el placer. Al sabio no lo conmoverán burlas ni escarnios, pues la gloria no es para él un bien. Renunciará al matrimonio y a los cargos públicos, que solo acarrean inquietudes. Su principio es: “Vive oculto”.
D) LA AMISTAD: La amistad es absolutamente necesaria para la dicha, pues sin amigos no se puede vivir sin temor y con seguridad en este peligroso mundo. De ahí que, entre los epicúreos, la amistad se cultive hasta el sentimentalismo. Aunque se escoge a los amigos para aumentar el placer, se les guarda, no obstante, fidelidad incluso a costa de la vida. Epicuro dio a sus discípulos ejemplo de este ideal de la forma más bella, y hasta en su muerte se consoló con la dicha de la amistad.
Epicúreos posteriores
Los epicúreos posteriores, como Metrodoro, Apolodoro, Filodemo, entre otros, degradaron muy pronto la refinada doctrina sobre el placer del fundador de la escuela a un goce sensual de la vida. La palabra “epicúreo” recibió pronto la referencia de vividor. Ya en el siglo II a.C. el senado romano desterró como enemigos públicos a dos epicúreos tachados de inmoralidad y actitud antisocial. Solo con la decadencia de la antigua moral romana, halló también esta escuela entrada en Roma. Virgilio (70-19 a.C.) ostenta claras influencias de esta escuela. Horacio (65-8 a.C.) se llama a sí mismo “puerco de la grey de Epicuro”. De él procede el lema CARPE DIEM (“Aprovecha el momento/día). En el Renacimiento volvió a cobrar popularidad esta filosofía.
Escepticismo
Escepticismo antiguo
Lo mismo que en el estoicismo y en los epicúreos, también en la escuela de Pirrón, el fundador del escepticismo, la teoría se subordinaba a la práctica, aunque con esta gran diferencia: que mientras los estoicos y los epicúreos consideraban la ciencia o el saber positivo como un medio para conseguir la paz del alma, los escépticos trataban de llegar a idéntico fin mediante la desaprobación del saber, esto es, por el escepticismo, lo contrario de la ciencia.
Pirrón de Elis (360-270 a.C.)
De quien se dice que había acompañado a Alejandro en su expedición hacia la India (de acuerdo con Diógenes Laercio), fue influido al parecer por la teoría de Demócrito de las cualidades sensibles y el relativismo de los sofistas.
Pirrón enseñó que la razón humana no puede penetrar hasta la esencia íntima de las cosas: lo único que podemos conocer es la manera como las cosas aparecen ante nosotros. Unas mismas cosas les parecen distintas a diferentes personas, y no nos es posible saber cuál es la opinión acertada: a todo aserto podemos oponerle con igual fundamento el aserto contradictorio. Por tanto, de nada podemos estar ciertos, y el sabio debe abstenerse de juzgar. En vez de decir “Esto es así”, deberíamos decir “Esto me parece así” o “Puede que sea así”.
Timón de Fliunte (320-230 a.C.) escribe en su obra Silloi las copas rebosantes de su burla sobre las escuelas de los filósofos y su charlatanería. Solo Pirrón se habría liberado por fin de estas tonterías. El sabio se hará tres preguntas: 1. ¿Qué son las cosas? 2. ¿Cómo debemos portarnos con ellas? 3. ¿Qué se sigue de este comportamiento?
Lo que las cosas sean, no lo podemos decir, pues sentidos e inteligencia son dos conocidos tramposos. Nos portaremos, pues, con reserva ante las cosas y no preferiremos una a otra. De ahí se sigue la tranquilidad del espíritu, pues quien no se acalora por nada, en nada sufre desengaño. Pero, si hemos de tomar una decisión práctica en la vida, atengámonos a estas reglas:
Sigue donde te fuerce la necesidad natural, pero con la reserva de que también eso puede ser falso.
Donde no haya fuerza o necesidad, sigue los usos y costumbres de la gente.
Donde tampoco estos existan, decídete al azar.
El escepticismo medio se llama también académico, pues fue introducido y enseñado en la Academia platónica por Arcesilao de Pitane (315-241 a.C.), que la dirigió desde el año 270 a.C. Se sostenía que no había criterio cierto de verdad y, consiguientemente, no hay tampoco certeza.
Escepticismo nuevo
Aquí tenemos a Enesidemo de Knosos, quien compuso su obra probablemente hacia el año 43 a.C. Ideó diez tropos o argumentos en defensa de la posición escéptica:
La diferencia entre los diversos tipos de seres vivientes implica diferentes nociones de un mismo objeto.
Igual se diga de las diferencias entre los distintos hombres.
La diferente estructura y diversa presentación de nuestros varios sentidos (ex. gr., hay una fruta oriental que huele mal pero tiene un sabor delicioso).
Las diferencias entre nuestros varios estados, por ejemplo, de vigilia o sueño, de juventud o edad avanzada. Así, una corriente de aire puede parecerle a un joven placentera brisa mientras a un viejo le llena de escalofríos.
Las diferencias de perspectiva, p. ej., el bastón inmerso en el agua parece quebrado; una torre cuadrada parece desde lejos redonda.
Los objetos de la percepción nunca se presentan en su puridad, sino siempre envueltos en un medio, por ejemplo, el aire. Así, la hierba parece por la noche de color gris y dorada a la luz del atardecer.
Hay diferencias en la percepción que se deben a diferencias de calidad, un grano de arena parece rugoso, mientras que, si dejamos que la arena se deslice por entre nuestros dedos, sus granos nos parecen suaves y lisos.
La relatividad en general.
La diferencia entre las impresiones debida a la frecuencia o a la escasez de la percepción; p. ej., el cometa, que se ve raras veces, impresiona más que el sol.
Las distintas maneras de vivir, los diferentes códigos de moralidad, la diversidad de leyes, mitos y sistemas filosóficos (ver sofistas).
Sexto Empírico
El médico Sexto Empírico, que vivió en Alejandría y Roma a fines del siglo II d.C., refuta el dogmatismo y llega a lo que actualmente llamamos positivismo. La experiencia, no puede sobrepasar el fenómeno. Nunca sabemos lo que hay tras el fenómeno. La fiebre del paciente es interpretada por distintos médicos como síntoma de distintas enfermedades. No hay verdad objetiva, ni causalidad, etc., sino solo experiencia de fenómenos. Sexto Empírico reduce los diez tropos a los cinco siguientes:
La diferencia de opiniones sobre las mismas cosas.
El proceso infinito, pues tendríamos que demostrar las premisas de nuestros raciocinios por nuevas premisas, y así hasta lo infinito.
La relatividad de las cosas, pues el mismo muchacho es mayor respecto de un niño de pecho y pequeño respecto de un adulto.
La arbitraria aceptación de principios últimos, indemostrados, que debieran pero no pueden ser demostrados.
El círculo vicioso de todas las demostraciones, puede debiéramos demostrar también las pruebas de la demostración.
En su escrito Contra los matemáticos, Sexto recogió cuidadosamente todas las pruebas de los escépticos y demostró luego que todas las ciencias, hasta la lógica, son insostenibles. El que quiere, por ejemplo, definir, debe conocer ya las notas que definen un objeto; pero, entonces, ¿qué falta hace la definición? La conclusión solo es legítima si la proposición última está contenida ya en la premisa mayor. ¿Para qué entonces la conclusión? Así llega otra vez a un escepticismo radical.
Introducción a la Filosofía
Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito
- Sección 1. Ramas de la filosofía
- Sección 2. Comienzo de la filosofía griega y el paso del mito al λὸγος
- Sección 3. Los jónicos: los primeros filósofos de la naturaleza
- Sección 4. El pensamiento de Heráclito, El Oscuro
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Módulo 2. Entre números y unidad: pitagóricos y eleatas en la filosofía
- Sección 1. Los pitagóricos: el número como principio
- Sección 2. Cosmología y antropología de los pitagóricos
- Sección 3. El descubrimiento del Ser: Jenófanes y Parménides
- Sección 4. Zenón, el dialéctico y Meliso y la sistematización del eleatismo.
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Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas
- Sección 1. Empédocles y Anaxágoras: los cuatro elementos y el nous
- Sección 2. Leucipo y Demócrito: los atomistas
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Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad
- Sección 1. Los sofistas como maestros itinerantes
- Sección 2. Relativismo y nihilismo: Protágoras, Gorgias y otros sofistas
- Sección 3. Sócrates: vida y la noción del concepto universal
- Sección 4. Razonamientos inductivos, la mayéutica y el intelectualismo ético
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Módulo 5. Platón
- Sección 1. Vida y obras de Platón
- Sección 2. Epistemología y las ideas en Platón
- Sección 3. Dios, mundo y la concepción platónica del hombre
- Sección 4. Ética, política y arte en Platón
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Módulo 6. Aristóteles
- Sección 1. Vida y obras de Aristóteles
- Sección 2. Lógica aristotélica
- Sección 3. Metafísica aristotélica
- Sección 4. Psicología, ética y política
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Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano