Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas

Sección 2. Leucipo y Demócrito: los atomistas

La doctrina de los átomos


El fundador de la escuela atomista fue Leucipo de Mileto. No han faltado quienes sostuvieran que Leucipo nunca existió —Epicuro, por ejemplo, negaba su existencia—, pero Aristóteles y Teofrasto hacen de él el fundador de la filosofía atomista.​

El último intento de responder a los problemas propuestos por el eleatismo, en el ámbito de la filosofía de la naturaleza, fue el realizado por Leucipo y Demócrito, con el descubrimiento de un concepto importante, aún para nuestros días: el átomo.

Leucipo, nativo de Mileto, vino a Italia a Elea (donde conoció la doctrina eleática) hacia la mitad del s. V a.C y de Elea pasó a Abdera donde fundó la escuela que fue llevada a su máximo esplendor por Demócrito.​

Demócrito fue un poco más joven que su maestro. Nació en Abdera hacia el 460 a.C. y murió muy anciano.

Según Leucipo y Demócrito, hay un número infinito de unidades indivisibles, a las que ellos dan el nombre de átomos. Como estos átomos son demasiado pequeños, los sentidos no los pueden percibir.​

Los átomos difieren en tamaño y en forma, pero no tienen ninguna cualidad, excepto la de ser sólidos o impenetrables. ​Son infinitos en número y se agitan en el vacío.​

Parménides había negado la realidad del espacio. Los pitagóricos habían admitido un vacío para mantener separadas sus unidades últimas, pero identificaban tal vacío con el aire atmosférico, el cual Empédocles hizo ver que es corpóreo. Leucipo, por su parte, afirmó a la vez la irrealidad del espacio y su existencia, entendiendo por “irrealidad” la incorporeidad. Expresaba su pensamiento diciendo que “lo que no es” es tan real como “lo que es”. Por tanto, el espacio o el vacío no es corpóreo, pero es tan real como los cuerpos.

En cierta forma, estos átomos están más cerca del ser de Parménides que los cuatro elementos de Empédocles o las homeomerías de Anaxágoras, porque estos átomos son cualitativamente indiferenciados; todos ellos son un ser pleno en el mismo modo y se diferencian entre sí solo en la forma y figura geométrica y como tales mantienen la igualdad del ser eleático.​

Los átomos son, pues, el fraccionamiento del Ser, del arché, en infinitos seres unos —o como me gusta decirlo, en archecitos—.

No hay, para los atomistas, átomos de distintas especies, por ejemplo, unos para el cabello, hueso, carne. Todas las cosas están compuestas de una materia totalmente uniforme. Vistas desde su pura materialidad, no hay diferencias entre las cosas. El principio no son cuatro elementos, ni infinitos, sino cualitativamente uno solo: el átomo.​

Cuantitativamente, los átomos sí difieren. Hay unos más grandes que otros, más pesados y más ligeros. También se distinguen por su forma.

 

El espacio vacío y el movimiento


El espacio vacío es tan real como los átomos. “Lo que es algo no es más que lo que no es nada”. Sin espacio vacío no habría en absoluto movimiento, ni crecimiento en plantas.

Desde toda la eternidad, los átomos se mueven en movimiento en remolino. Empujados por el eterno torbellino, se juntan átomos innumerables, se mezclan y se separan, formando de forma puramente mecánica, las cosas más variadas. Por más que los átomos, materialmente, son uniformes, su posición, su orden y densidad son en cada caso distintos.​

Así como con los mismos trazos se forman distintas letras y con las mismas letras distintas palabras y frases, así, con los mismos átomos se pueden construir cosas distintas.

 

Imagen atomista del mundo


Demócrito creó el primer sistema filosófico completo, que abarca todos los dominios de la vida. Ahora bien, al reducirlo todo, con extrema consecuencia, a los átomos y su movimiento, creó un sistema de materialismo válido para todos los tiempos.

 

A. El mundo


Si los átomos están en continuo movimiento, los más gruesos se juntarán, de forma puramente mecánica, con los más gruesos, los finos con los más finos, como se puede observar en la arena de la playa o al cribar algo. De esta manera, puramente mecánica, han nacido las cosas del mundo sin cooperación de una fuerza ordenadora.

 

B. El alma


El alma consta también de átomos, solo que son más finos y móviles que los átomos de los cuerpos. Como en el organismo, entre dos átomos corporales, hay siempre un átomo anímico, llamamos al cuerpo animado. Al respirar, decían los atomistas, ingerimos constantemente nuevos átomos anímicos y expelemos otros. Por eso, el mundo entero es animado, aunque no en igual grado.​

El conocimiento consiste en pequeñísimas imágenes (eidola) que parten de las cosas y chocan con los átomos del alma. Cada género sensorial es adecuado para la recepción de unas imágenes, lo que explica la diferencia de percepciones de cada sentido. Puede haber imágenes para las que no tengamos aparato receptor. Por eso es improbable que conozcamos todo lo real.

Como no se dan en los átomos diferencias cualitativas, los conocimientos de cualidades, como de lo dulce o agrio, de lo cálido o frío, rojo o verde, son solo apariencia subjetiva. Validez objetiva solo la tienen los conocimientos de lo cuantitativo, por ejemplo, de la figura o movimiento.

 

Dioses


También los dioses y los demonios constan de átomos, solo que en estos casos se trata de combinaciones en extremo firmes. Los dioses no son eternos, como cree la fe popular; pero, en relación con nosotros, tienen una vida muy larga.

 

Ética


La ética de Demócrito ha hallado tanta consideración, que merece una exposición detallada. ​

Demócrito ve el sentido de la vida no en el goce sensible, sino en el permanente bienestar del alma. Solo en este sentido puede tenérselo por el filósofo de la risa.​

Para mantener en el alma la alegría permanente, Demócrito da consejos profundamente pensados, que pueden cifrarse en los tres siguientes:

 

1. ¡Líbrate de las perturbaciones externas!


a. No te ocupes en muchas cosas a la vez, pues de lo contrario caerás en inquietud y prisa y estarás descontento.​
b. No emprendas nada que esté sobre tus fuerzas, pues de lo contrario fracasarás y serás infeliz.​
c. No formes una familia, pues de lo contrario perderás tu libertad y te complicarás con continuas solicitudes.

 

2. ¡Líbrate de las perturbaciones internas!


a. Combate tus pasiones, que, apenas satisfechas, se levantan con nueva avidez.​
b. Guarda la medida, sé parco, mira a los que les va peor, conténtate con lo asequible.​
c. Estima rectamente los bienes. Los bienes que pueden hacerte feliz no son los exteriores, como riqueza y puestos honrosos, sino solo los interiores. La felicidad y la infelicidad están en tu propia alma.

 

3. ¡Practica la justicia!


El que infringe las leyes, vive con miedo permanente al castigo, se desaviene con sus prójimos y pierde la paz en sí mismo.

Introducción a la Filosofía

Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito

Módulo 2. Entre números y unidad: pitagóricos y eleatas en la filosofía

Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas

Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad

Módulo 5. Platón

Módulo 6. Aristóteles

Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano