Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas

Sección 1. Empédocles y Anaxágoras: los cuatro elementos y el nous

Las anteriores tendencias o escuelas han fracasado en su intento de explicar el mundo. Según Heráclito, sólo habría cambio, y nada permanente; según Parménides, a la inversa, todo sería permanente y no habría cambio. ​

El que quiera explicar el mundo real, tiene que hallar una síntesis entre ambos. Ésta es justamente la meta de los filósofos cuyas doctrinas vamos a exponer. Los conocidos filósofos pluralistas: los últimos filósofos de la naturaleza.

 

Empédocles de Agrigento (490-430 a.C.)


Empédocles nació en Acragas (desde 1927 Agrigento), en Sicilia.​ Pertenecía al partido democrático, fue médico, vidente, poeta y sacerdote expiatorio, pasaba por filántropo y gozó en su patria de tal prestigio, que se le ofreció la dignidad real.​

Él sabía, desde luego, irradiar de sí dignidad por medio de magníficas vestiduras y un séquito de muchachos.​ Empédocles fundó la escuela siciliana de medicina, a la que pertenecieron también Pausanias, Galeno y Filistión. ​

Ya no se intentaba curar, como Hipócrates, las enfermedades por sus contrarios (la fiebre por compresas frías, el veneno por su contraveneno), sino por lo semejante, es decir, fortaleciendo y estimulando las fuerzas defensivas que desarrolla la naturaleza misma contra la enfermedad.

Se distinguen ya tres causas de enfermedad: sequedad (fiebre), humedad (reuma) y corrupción (sepsis). Las expresiones “reuma” y “sepsis” se acuñaron ya en esta escuela médica. ​

Sobre la muerte de Empédocles corren tres versiones:​
 

a. Durante un sacrificio habría sido arrebatado hacia los dioses.
b. ​Se habría precipitado en el cráter del Etna, pero el monte, en testimonio contra él, habría escupido sus sandalias.​
c. Habría ido de viaje al Peloponeso y allí habría muerto.​

 

Empédocles es autor de dos obras, ambas en verso: Sobre la naturaleza e Himnos expiatorios.

 

Los cuatro elementos


Para Empédocles, resulta imposible explicar con una sola materia primigenia la variedad de las cosas de nuestro mundo.​

Empédocles fue el primero que se liberó de este viejo dogma y, con valentía, puso al principio cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua.​ Estos cuatro sillares últimos del mundo se los imagina como partículas invisibles, como elementos últimos, de modo que en cierta forma va preparando la teoría atómica.​Platón y Aristóteles tomaron de él el número cuatro de elementos y lo transmitieron a la edad media.​Aristóteles añadió el éter como quinto elemento (quinta essentia).

 

El amor y el odio como fuerzas motrices


Estos cuatro elementos necesitan de dos fuerzas motrices: el amor, que lleva a los elementos a la unidad de la cosa (atracción), y el odio, que los separa y destruye las cosas.​

El amor une también a los hombres “en la madurez de la vida florida”, mientras que la discordia o el odio separa a los amantes, que caminan luego solitarios. Por tal motivo, el amor es bueno, y el odio malo.

Con esto, Empédocles pretende conciliar lo permanente de Parménides con lo variable de Heráclito. Lo permanente, eterno y uno son los cuatro elementos; lo variable, la casual unión o separación que se opera, en cada momento, por el amor y el odio.​

El mundo es como un jarrón o vasija en que por la constante mezcla y desmezcla se producen las cosas más variadas.​ De esta manera, Empédocles presenta una especie de teoría evolutiva, que recuerda un tanto a la de Darwin.

Al mezclarse todo con todos, surgirán las más extrañas figuras: vacas con pecho humano, hombres con cuernos de bueyes, cabezas sin cuellos, brazos sin hombros. “Mas lo que no se juntó en la recta proporción, pereció de nuevo”. ​

Solo se conservó lo que en cada caso se adaptó mejor. En este sentido hay hasta una evolución superior: todas las plantas tienen su ideal en el laurel, los animales en el león y los hombres en el médico y el vidente.

 

Anaxágoras de Clazomene (500-428 a.C.)


Anaxágoras procedía de Clazomene, cerca de Esmirna, en el Asia Menor, pero marchó pronto a Atenas, donde gozó de la amistad de Pericles. Atenas mantenía aún por entonces la vieja fe en los dioses, pero Anaxágoras no podía ya creer en ellos.​

En los dioses ve Anaxágoras una astuta invención para apartar a los hombres del mal y animarlos a la práctica del bien.​ El sol no es en realidad una divinidad, sino una “piedra incandescente”.​ Anaxágoras fue por ello acusado de impiedad y desterrado a Lámspaco, donde murió.

 

Elementos infinitos en número


Si se quiere explicar el mundo real, no basta con los cuatro elementos de Empédocles.​ Hay que suponer tantos elementos como materias fundamentales, que no pueden descomponerse en otras más sencillas.​

Anaxágoras entiende por elemento exactamente lo mismo que el químico actual. Pero, como entonces no podían aún descomponerse en nuevos elementos los cabellos, huesos, carne, agua, etc., creía tener que admitir un número infinito de elementos.​

El cambio es para él solo mezcla y separación. Cada cosa es una mezcla de muchísimos elementos, pero nosotros la denominamos por elemento que predomina en cada caso.

Aristóteles llama a estos todos que tienen partes cualitativamente semejantes homeomerías. Por ejemplo, si suponemos que una pieza de oro se corta por la mitad, las dos partes resultantes son también de oro. Estas partes son así, cualitativamente, iguales que el todo. En cambio, si se divide en dos a un perro, organismo vivo, las partes resultantes no serán dos perros.

Así, según Aristóteles, Anaxágoras no consideraba los elementos de Empédocles como realmente últimos; por el contrario, para él, eran mezclas compuestas de muchas partículas cualitativamente diferentes.​

Al principio, las partículas de todas clases estaban mezcladas todas juntas. “Todas las cosas estaban revueltas y juntas, infinitas tanto en número como en pequeñez; pues lo diminuto era también infinito. Y, estando todas las cosas confusas, ninguna de ellas podía distinguirse a causa de su pequeñez”. “Todo está en todo”.​

Los objetos de la experiencia surgen cuando las partículas últimas se han reunido de tal suerte que en el objeto resultante predominan las de una especie determinada.

 

El Nous


Cuando pasamos a la cuestión del poder o fuerza responsable de la formación de las cosas a partir de la masa primigenia, nos encontramos con la contribución personal de Anaxágoras a la filosofía. Empédocles había atribuido el movimiento del universo a las dos fuerzas físicas del Amor y de la Discordia; Anaxágoras introduce, en cambio, el principio del Nous o la mente.​

“Con Anaxágoras empieza a brillar una luz, por débil que sea, puesto que ahora se reconoce a la inteligencia como el Principio”. (Dice Hegel, en su Historia de la filosofía)

El Nous -dice Anaxágoras- tiene poder sobre todas las cosas vivas, tanto sobre las más grandes como sobre las más pequeñas. El Nous tiene poder sobre la revolución entera, y él es el que ha dado impulso a esta revolución... y el Nous ordenó todas las cosas que debían ser, y todas las cosas que son ahora y que serán, y esta revolución en !a que giran actualmente los astros, el sol, la luna, y el aire y las tierras, que ahora están separados. Y esta misma revolución produjo la separación, y lo denso se separó de lo ligero, lo cálido de lo frío, lo luminoso de lo oscuro, y lo seco de lo húmedo, y hay innumerables porciones en innumerables cosas. Pero ninguna, salvo el Nous, está verdaderamente separada de otra. Y el Nous todo entero es a la vez la más grande y la más pequeña de las, cosas; pero ninguna otra es parecida a ninguna de las demás, y cada cosa única es y era manifiestísimamente aquellas cosas de las que más hay en ella.

El Nous es “infinito y autónomo, y con nada está mezclado, sino que es solo él mismo por sí mismo”. ¿Cómo concebía, pues, Anaxágoras el Nous? Lo llama “la más fina y pura de todas las cosas, poseedor de todo el saber sobre cualquier asunto y del mayor poder…”. ​

Dice también que el Nous está “doquiera se halle cualquier otra cosa, en la rodeante masa”. De esta manera, este Nous, es algo material. Anaxágoras no dio el paso a la idea de un ser inmaterial.

No hay que imaginarse al Nous de Anaxágoras como una materia creadora. La materia, en la concepción griega, es eterna, y la función del Nous parece consistir en poner en marcha el movimiento rotatorio o torbellino a partir de algún punto de la masa entremezclada; la acción del torbellino mismo, a medida que se va extendiendo, produce el movimiento subsiguiente.​

Aristóteles dice en su Metafísica que Anaxágoras se vale del Nous como de un deus ex machina (dios de la máquina) para dar cuenta de la formación del mundo, y siempre que no sabe cómo explicar por qué sucede algo necesariamente, la introduce a la fuerza”.

Se dice que Sócrates estudió el pensamiento de Anaxágoras. Platón, en su diálogo Fedón, pone las siguientes palabras en boca de Sócrates: “Mis extraordinarias esperanzas se vinieron todas por tierra en cuanto, al ir adentrándome, me di cuenta de que nuestro hombre no empleaba para nada el Nous. No le atribuía ningún poder causal en la ordenación de las cosas, sino que reservaba este poder a los vientos, al éter, a las aguas y a otras muchas y singulares cosas.​"

No obstante, aunque fracasara respecto al hacer pleno uso de su descubrimiento, ha de reconocérsele a Anaxágoras el haber introducido en la filosofía griega un principio de grandísima importancia y que habría de dar espléndidos frutos en el futuro.

Introducción a la Filosofía

Módulo 1. Del mito a la razón: filósofos jónicos y el enigma de Heráclito

Módulo 2. Entre números y unidad: pitagóricos y eleatas en la filosofía

Módulo 3. Perspectivas pluralistas: Empédocles, Anaxágoras y la filosofía de los atomistas

Módulo 4. Sofistas y Sócrates: entre la retórica y la búsqueda de verdad

Módulo 5. Platón

Módulo 6. Aristóteles

Módulo 7. Sabiduría antigua: filosofía del período helenístico-romano